Mamá
Una carta íntima escrita antes del Día de la Madre, pero pensada para cualquier día del año. Para mi madre, mi abuela… y para todas las que cuidan, acompañan y están.
¡Hola!
Bueno, hoy me dejo de rodeos y voy al grano. ¿Vale?
Aunque eso sí, antes de nada: ¡felicidades, mamá!
Hay una canción de SHÉ que dice que su mejor tema se llama “Mamá”. Yo no sé si este será mi mejor texto, pero sí sé que hoy no quiero escribir de nada más. Yo podría decir que tengo dos madres. Sí, porque —como ya conté aquí alguna vez, no sé si fue en una Note, en un post… ya no lo recuerdo— mi abuela es mi segunda madre.
Este texto va dirigido a mi mamá, esa que siempre está. La que me arropa cuando la necesito, sin importar la hora. Pero también va para mi abuelita, porque ella no es solo madre de sus tres hijas: lo es también de todos y cada uno de sus nietos. (Obvio que yo me incluyo. Por si había alguna duda.)
Y bueno, de paso, va también para mí, que tengo una perrihija. Para mi chica, que es su mami. Y para todas las madres del mundo: las de sangre, las adoptadas (alguna tengo también), las presentes y las que están lejos. Todas. Porque ellas son el pilar de este planeta Tierra. (Si hay vida ahí fuera, estoy segura de que también lo son allí. Aunque espero que tengan algo mejor que pañales.)
Mi madre. Bueno… imagino que, como todas las madres, no es perfecta. (Pero si que hace la mejor tortilla de patatas). Nadie lo es. Ni mi abuela, ni yo, ni Oliva. Y muchas veces no supo estar como yo la necesitaba. Pero no porque no quisiera, sino por desconocimiento. Nadie nace aprendido. ¿No?
Imagino que ser madre (yo lo veo en mi propia piel con Kaila) no es tarea fácil. Mucho menos en una sociedad como esta, en la que te juzgan por todo. En la que, si no sigues las normas, si no eres una madre diez —es decir, una madre dedicada al 100% a sus criaturas— entonces parece que no eres “madre”. (Me disculpo por las repeticiones, pero como se dice: madre solo hay una. Y la verdad, pocas palabras definen mejor lo que quiero decir que esa.)
Sigamos.
Pero, a ver… que todas somos humanas. Todos nos equivocamos. No hay nadie que no lleve consigo sus propios “colegas mentales”. (Tengo un texto pendiente donde te presentaré a los míos, con sus nombres y todo. Prometo que son entrañablemente insoportables.) Todos cargamos con nuestros “traumitas”, pequeños o grandes, que nos acompañan cada día. Y eso me ha ayudado a ver a mi mamá, a mi abuelita… y a todas las mujeres (y aquí se aplica a cualquier persona, sin importar el género) desde otro lugar: desde la perspectiva de lo que son. Seres de luz con heridas, con inseguridades, con sus momentos. Como tú. Como yo.
Recuerdo que de niña anhelaba el recuerdo de una familia estructurada. (Ahí, entre álbumes inventados y películas de sobremesa.) Te pongo en contexto: mis padres se separaron antes de que yo naciera, y por cosas de la vida, mi padre desapareció antes de que yo pudiera guardar algún recuerdo de él. No volvió hasta, creo, que tenía unos siete años. Poco antes de mi comunión. Nunca los juzgué. Pero tampoco me permití perdonarles. Hasta hoy. Y es curioso. Porque si no juzgas, en teoría no tienes que perdonar, ¿no? Pues sí. En mi caso si. (Lo dicho, soy un bicho raro)
Estos meses en terapia me he dado cuenta de que sí, que tengo que perdonar aquellas cosas que me dolieron cuando era niña, que tengo que poner en practica todo lo que llevo sintiendo, todo lo que creo, todo lo que me de la gana. Y lo estoy haciendo. Porque entendí que la empatía tiene muchos atajos. Y que cuando dejas de buscar culpables, empiezas a encontrar humanidad. Mi madre es única. Y no, no voy a decir que es “la mejor”. Porque no lo es. ¿Pero qué madre lo es, realmente? Imagino que eso depende de lo que cada uno necesite o crea.
Yo sé que mi madre ha estado siempre a mi lado. Sé que acudió a mí incontables veces, sin importar nada más que mi bienestar. Y sí, voy a decir tambien que hubo épocas en las que mi madre fue una santa. Porque yo… yo no fui siempre la mejor hija. (Spoiler: aún no lo soy.)
Llegados a este punto, te recalco algo: hoy es el primer domingo de mayo, que es cuando se celebra en España el Día de la Madre. Pero, sinceramente, considero —como con casi todo en esta vida— que puede ser celebrado cualquier instante. Hoy, por ejemplo, conmigo escribiendo estas letras. Ayer, cuando hablamos por teléfono. Hace meses, cuando la llamé de madrugada porque, en medio de un ataque de ansiedad, solo quería (a mis treinta y seis años, sí) hablar con ella. También lo será mañana, cuando hablemos y me pregunte si estoy mejor, como hace siempre: preocupada, apoyándome. Como hace un mes, cuando le conté que iba a abrir Substack y se convirtió en mi fan número uno. O hace años, cuando le enseñaba mis dibujos o le leía mis escritos y ella, orgullosa, siempre prestaba atención.
Te confieso que llevo días pensando en este post. Incluso diría que desde antes de abrir Substack. En mi cabeza, había pensado usar la canción Mamá, de SHÉ (de ahí el título), como punto de partida. Inspirarme en sus versos, compararlos con los míos, escribir desde ahí. Pero, como suele pasarme, me fui por los cedros de Úbeda. Así que en lugar de citar sus versos y hacer comparaciones, mejor te dejo directamente el enlace, para que tú la disfrutes:
Y hasta aquí por hoy, que celebro a mi madre, a mi abuela y a tantas otras. Si tú también tienes a alguien que merece una gala especial, este espacio es tuyo. Si te apetece compartir algo sobre tu madre, tu abuela, o sobre lo que significa para ti ser madre, cuidar o ser cuidado… te leo con todo el corazón. Aquí, como siempre, hay espacio para cualquiera que quiera participar. Para tu homenaje, tu recuerdo, tu abrazo escrito.
PD: Y si estas palabras te han tocado, si algo dentro se ha movido… puedes dejar un “me gusta”. No es obligatorio, claro. Pero a mí me hace la misma ilusión que un abrazo, y dura más. Es como un “sigue escribiendo” bajito, disfrazado de clic. Mi forma favorita de saber que no estoy aquí soltando dramas sola.
Gracias por estar. Y por llegar hasta el final. Que ya sé que no es poco.
o…, si te apetece:
Invítame a un café :)